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Reporte Uchideshi Edmundo Leyva


Comencé en enero del 2017, justo el mes en el que me inicié en el camino marcial. Todo empezó cuando mi maestro dio aviso que existía la oportunidad de entrar al programa Uchideshi para desarrollarse de una forma más comprometida tanto en aikido como con el maestro. En esta etapa de mi vida sólo tuve la oportunidad de entrar al programa de medio tiempo.

Uno de los motivos que me llevaron al programa fue el hecho de tener la oportunidad de vivir de forma más completa el mundo del camino marcial, y efectivamente fue así, pues viví muy buenas experiencias en este tiempo. Por ejemplo, entre las actividades que me asignaron estaba limpiar el kamiza, el tatami, cuidar las plantas y peces del dojo, apoyar al Sensei en todo lo que requiriera, y muchas veces sin que él lo tuviera que pedir. Recuerdo que al inicio, Sensei fue muy claro con sus palabras: “Cuando haya alguna necesidad en el dojo lo voy a mencionar una vez como una sugerencia, a la segunda ocasión lo voy a repetir molesto, y a la tercera, te vas, estás fuera del programa”.

Al convivir con mi maestro, una de las cosas que más me llamó la atención fue que cada día había un reto, un objetivo. Si ya había terminado de hacer algo, siempre había algo más que hacer en el dojo, y eso es un ejemplo que se puede aplicar a la vida; siempre hay una nueva meta que alcanzar, un nuevo objetivo que lograr, no importa qué tan lejos llegaste, hay más en el camino. Esto es aikido, es la vida diaria.

Como Uchideshi de Fernando Sensei era mi deber tomar todas las clases posibles a la semana, lo cual implicaba tener 16 clases por semana: clase en el Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México y en el dojo central por la mañana con el grupo gallo, en la tarde clase de niños y familiar, y en la noche con el grupo Tzotz.

Una gran parte de mi etapa como Uchideshi fue vivir el cambio de ubicación del dojo Esto me permitió aprender cómo se instala el tatami, el cuidado que había que tener para mantener todo en orden, entre otras cosas. Recuerdo que en una ocasión nos tocó transportar a los peces y fue bastante complicado por los baches de la ciudad, parecía que iban a saltar de la pecera, pero afortunadamente llegaron sanos y salvos.

Sin duda una de mis clases favoritas fueron las de Uchideshi que impartía mi Sempai y coordinador jefe de Uchideshi Arturo Cid, eran clases con mucho espíritu y energía; no era nada sencillo y por lo general terminaba agotado.

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